Un alegato contra los estereotipos sobre las mujeres rurales
7 octubre 2024
Octubre es un mes en el que se concentran diversas citas feministas. Una de ellas, quizás la más significativa, el Día Internacional de las Mujeres Rurales, que se celebra, en todo el mundo, el 15 de octubre.
Llevo un tiempo viviendo esta cita con cierta distancia por la imagen estereotipada, homogeneizada y absolutamente alejada de la realidad que se transmite de las mujeres que proceden o viven en el medio rural. En mi caso, soy una mujer nacida y criada en un pueblo pequeño de la provincia de Zaragoza, y creo que la visión que se traslada de las mujeres que procedemos de entornos rurales se parece en poco o en nada a la realidad.
Reducir a las mujeres que viven en el medio rural a un prototipo estereotipado, que normalmente tiene más sombras que luces, no sólo no es representativo, sino que refuerza los prejuicios y traslada una imagen peyorativa de ellas, como mujeres sumisas y centradas, exclusivamente, en los cuidados o, en el mejor de los casos, en el sector primario.
En nuestros medios rurales hay mujeres agricultoras, ganaderas y cuidadoras, cuya contribución es decisiva. Pero también hay mujeres artistas, diseñadoras, arquitectas, médicas, veterinarias, creadoras de contenido o ingenieras. Las hay abogadas, diseñadoras, ingenieras; mujeres que trabajan en el sector servicios o en el tejido industrial, aunque éste cada vez sea más precario en nuestros pueblos. Hay miles de mujeres emprendedoras que están impulsando nuevos modelos productivos y abriendo novedosos nichos de empleabilidad en pequeños municipios. Hay, también, alcaldesas y concejalas poniendo en marcha políticas públicas innovadoras y disruptivas, alejadas de las que se llevan décadas practicando y que ya no ofrecen respuestas reales a las mujeres, para un medio rural del siglo XXI, dibujando nuestro presente y diseñando nuestro futuro.
Además de todo ello, en nuestros pueblos hay mujeres con realidades vitales muy diferentes. Hay migrantes, artesanas de la cohesión territorial y la convivencia social; lesbianas formando sus familias en nuestros pueblos y, también, madres solas sacando adelante a sus hijas e hijos, con las dificultades que conlleva la monomarentalidad. En nuestro medio rural, como en el urbano, encontramos diferentes modelos de familias que tiñen de arcoíris nuestro corpus social.
Nuestros pueblos y sus mujeres no son ni Los Santos Inocentes de Delibes ni La Casa de Bernarda Alba de Lorca. En ellos se viven las mismas realidades que en cualquier núcleo urbano y los estereotipos son letales para su pervivencia e imagen social.
Ciertamente, hay retos que son fundamentales para el asentamiento y la permanencia de mujeres en el medio rural, como la apuesta por nuevos y novedosos ámbitos laborales y productivos, el mantenimiento de servicios públicos de calidad, una buena conectividad y unas adecuadas infraestructuras, u ofertas formativas y culturales. Pero, el gran reto que tenemos para con las mujeres del medio rural es acabar con la condescendencia, los estereotipos y los prejuicios.
Las mujeres rurales no son ni una realidad homogénea ni un prototipo estereotipado. Son plurales y diversas, y muchas están configurando los modelos sociales, económicos, productivos o culturales de la nueva era.